Tu cerebro es un troll.
Admitámoslo, nuestro cerebro es un troll. El Doctor Jacob Levy Moreno decía que dentro de nuestro cerebro no somos uno, somos un grupo; Un grupo de voces que se alternan en hablar, tomar decisiones, interpretar lo que nos rodea, estar al mando… dependiendo de la situación en la que nos encontremos.
En ocasiones, esas voces nos ayudan dando ánimos, quitando importancia a algunas cosas, con una interpretación amable de la vida, validando sentimientos y emociones, pero, en otras, se convierten en un auténtico troll de la peor especie. ¿Quien no ha pensado alguna vez «debería poder con esto»? o «tengo que ser capaz de…», «todos son…», «No puedo aguantar más», «seguro que piensan que…», «voy a hacer el ridículo», «sabía que la cagaría»… Que cada uno añada sus propias frases.
Esta forma que tiene el cerebro de Trolearnos es lo que el Doctor Aaron T. Beck en su teoría cognitiva definió como errores cognitivos y Albert Ellis definió como ideas irracionales. Estas se van desarrollando (a veces con ayuda) y se apoyan en la manera como interpretamos las experiencias de la vida y nuestras capacidades para enfrentarlas. Baja autoestima, culpa, ira o miedo son su resultado
Vamos a definir algunos de los errores cognitivos más comunes:
- Inferencia arbitraria: Llegamos a conclusiones sin evidencias que las apoyen o, incluso con evidencias en contra de esas conclusiones. Por ejemplo, un paciente, ingeniero de alto nivel, con gente a su cargo y una carrera profesional brillante, estaba convencido de ser un inútil centrando toda su atención en sus errores más pequeños, errores que todos cometemos, al objeto de ratificar su idea de ser un inútil.
- Abstracción selectiva: Es valorar una experiencia centrándose en un detalle específico extraído fuera de su contexto e ignorando otros elementos más relevantes de la situación. Por ejemplo, el paciente anterior centra su idea de si mismo en un error a la hora de dar el cambio al comprar el pan, y obvia su evidente capacidad para dirigir grandes proyectos por todo el mundo.
- Generalización excesiva: Es el proceso de extraer una conclusión o elaborar una regla general a partir de uno o varios hechos aislados y aplicarla tanto a situaciones relacionadas con el hecho en cuestión como no relacionadas. El ejemplo es claro: cada vez que decimos «Siempre me pasa esto», «nunca seré capaz de…», «Todo el mundo es/piensa/cree…»
- Magnificación y minimización: son errores cometidos al evaluar la magnitud o el significado de un acontecimiento incrementando o disminuyendo su significación. Ejemplo de magnificación: una paciente mía con fobia social se encontró en un momento siendo el centro de atención en una reunión familiar, observó que mientras hablaba, su hermana ponía mala cara; su conclusión, mi hermana piensa que soy tonta. La realidad, a su hermana se le había descolocado el tanga y estaba incómoda. Ejemplo de minimización: otra paciente recibió un premio nacional por su trabajo, le quitó toda la importancia a su valía y al reconocimiento obtenido «por que es lo que tengo que hacer».
- Personalización: Es una tendencia a atribuirse sucesos externos sin una base firme para realizar esta conexión. Es decir, nos atribuimos cosas sobre las que no tenemos ningún control asumiendo una responsabilidad exagerada. Es la madre de la culpa. «Si yo (no) hubiera…»
- Pensamiento absolutista y dicotómico: Evaluamos la vida, las personas y las experiencias en términos de todo-nada, bueno-malo… en definitiva en categorías opuestas, tendiendo a colocarnos a nosotros en el extremo más negativo.
- Etiquetación: No diferenciamos a la persona o a nosotros mismos de lo que hacemos; Soy malo, en lugar de me he portado mal…
Estos son algunos de los más comunes. ¿En cuales de ellos te reconoces?. La solución es relativamente sencilla, aunque requiere tiempo para localizar esas situaciones en las que el cerebro nos trolea y las emociones que sentimos en esos momentos, descubrir cual es su origen y, descubrir las alternativas que nos hacen vernos a nosotros mismos y a la vida de una forma más amable.