Iluminar la disonancia
“Se da la tremenda paradoja de que solo cuando me acepto como soy, puedo cambiar”
Carl Rogers
A menudo me planteo que el trabajo principal en Psicoterapia es iluminar y aceptar las disonancias existentes en la persona que acude a consulta para que, de este modo, pueda aceptarse a sí mismo como un ser humano complejo y dual.
Entiendo iluminar como “poner de manifiesto” o ayudar a que la persona sea consciente de la existencia dentro de ella de deseos y obligaciones encontrados, y que no es en absoluto malo ni enfermizo ni desadaptado el tener este tipo de pensamientos o emociones.
La disonancia cognitiva es un concepto desarrollado por el psicólogo americano León Festinger en 1957 y que se define como “ la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones que percibe una persona al mantener al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias”.
Vivimos en una sociedad muy polarizada donde se nos exige “ser” de una forma determinada y actuar “siempre” de forma coherente con ese “ser”. ¿Qué pasa cuando dentro de nosotros aparecen fuerzas encontradas? ¿Qué pasa si tenemos que ser “buenos” y no podemos o queremos? ¿Qué significa ser bueno?, ¿y malo?, ¿inteligente?, ¿tonto?, ¿Qué es egoísmo y que es altruismo?…
La escala de valores que recibimos cuando vamos creciendo es parecida en todos nosotros, pero existen matices que van conformando nuestra idea de nosotros mismos, del mundo y de nuestra posición y posibilidades frente a este. No todas las familias tienen la misma definición de lo que significa ser bueno o buena y ya no digo nada si entramos al detalle ¿Qué es ser un buen padre o una buena madre?
Hace un tiempo una paciente me decía “quiero mucho a mis hijos y a mi marido pero, ¿soy mala si a veces tengo deseos de perderlos de vista e irme a una isla desierta?”. Estoy seguro que muchos de vosotros ahora diréis “yo me iba a la isla pero ya” (lo mismo en la isla se encuentran conmigo tomando algo fresquito) y os pueda costar entender el gran nivel de angustia que estos pensamientos le causaban a mi paciente. Para ella, esos pensamientos chocaban frontálmente con lo que ella había aprendido que significaba ser una “buena madre y esposa”. Nadie le había enseñado que se puede querer y odiar a una persona al mismo tiempo y que eso no significa nada, solo que somos seres complejos.
El iluminar y aceptar la existencia de la disonancia, sin que ello signifique una “traición” a mi escala de valores, familia, la propia identidad… implica un cambio de actitudes o ideas frente a la realidad. Aceptar la disonancia significa encontrar nuestro propio camino, sin renegar de lo que hemos recibido.
Los mandatos (lo que hemos de hacer o conseguir) y atribuciones (lo que somos) que recibimos de nuestra familia nos pueden ayudar al principio, pero llega un momento en que desde el agradecimiento a lo que hemos recibido, tenemos que aprender a volar solos, y eso solo se consigue aceptando nuestras propias contradicciones y nuestra identidad como seres complejos.
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